La campeona olímpica viva de mayor edad del mundo, la exgimnasta húngara Agnes Keleti, se prepara para celebrar en enero sus 100 años, una barrera simbólica en una vida marcada por la Shoah y la gloria deportiva.

«Me siento bien. La clave es no mirarse al espejo», ironiza esta mujer, nacida el 9 de enero de 1921, en declaraciones en su apartamento de Budapest.

«Así es como me he mantenido joven», explica esta mujer, un mito vivo no solo del deporte sino de la gimnasia, una de las principales disciplinas de los Juegos Olímpicos.

Actualmente sufre una demencia que afecta a su memoria a corto plazo, pero Agnes Keleti mantiene el buen humor y se desplaza con cierta agilidad, rodeada de fotografías y de recuerdos de sus numerosos viajes.

«Ya no me dejan hacer un split (apertura de piernas en la gimnasia)», se divierte sin dejar de bromear. «Mi cuidador cree que es ya pedir demasiado a mi edad», afirma con tono de confidencia.

Con motivo de su cercano centenario se ha publicado un libro en el que su vida se lee como si fuera el guión de una película.Ad

Papeles falsos

Agnes Keleti ganó diez medallas importantes en gimnasia, la mayor parte después de haber cumplido los 30 años, teniendo como rivales a adolescentes. Entre sus preseas, cinco oros olímpicos entre Helsinki-1952 y Melbourne-1956.

«Hice deporte no porque me hiciera bien, sino para ver mundo», contó esta misma mujer.

Fue convocada para el equipo nacional en 1939 y un año después logró su primer título de campeona húngara, pero pronto vio cómo le impedían toda actividad deportiva por sus orígenes judíos.

Después de la ocupación de Hungría por la Alemania nazi en marzo de 1944, Keleti pudo evitar la deportación a uno de los campos de la muerte al obtener documentos falsos, con los que adoptó la identidad de una joven cristiana, Piroska Juhasz.

«Seguí viva gracias a Piroska, con la que intercambié ropa y papeles, imitando hasta su manera de hablar», detalla Agnes Keleti, que salía a correr regularmente para mantenerse en forma en la zona rural en la que se ocultaba.

Su padre y varios miembros de su familia no sobrevivieron a Auschwitz, mientras que su madre y su hermano se salvaron gracias al diplomático sueco Raoul Wallenberg.

Agnes Keleti emigró a Australia en 1957, un año después del fracaso del levantamiento antisoviético húngaro, antes de instalarse luego en Israel, donde se casó con un profesor húngaro de actividad deportiva, Robert Biro, con el que tuvo dos hijos.

Tras retirarse de la competición, trabajó como profesora de Educación Física y entrenadora de la selección nacional israelí de gimnasia.

Como motivo de un Mundial, Agnes Keleti regresó en 1983 por primera vez a Hungría, entonces todavía comunista. Y se mudó definitivamente al país que le vio nacer en 2015.

«Merecía la pena hacer algo bueno en la vida, teniendo en cuenta la atención que recibí. Me estremezco cuando veo todos los artículos que han escrito sobre mí», sonríe maliciosamente.