De acuerdo con informe publicado recientemente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), «las remesas llegan a Venezuela con el fin de ayudar a disminuir la inseguridad alimentaria, la cual es medida a través de indicadores de consumo calórico, diversidad de dieta y limitaciones en el acceso a la comida».

Sin embargo, desde el inicio de la pandemia y hasta la fecha, se ha visto una significativa reducción de la misma, según un reportaje publicado por El Tiempo de oriente, el cual afirma que las remesas en Venezuela pasaron de $78 millones, en 2016, a ubicarse entre $3 mil 500 y $3 mil 700 millones para finales de 2019, con estimaciones de la firma Ecoanalítica.

Aunque «para 2020 se esperaba la entrada al país de $4 mil millones por esta vía; la pandemia del Covid-19 y su consecuente impacto en el ámbito laboral y económico en los sitios de acogida de los connacionales, dieron al traste con estas estimaciones».

En este sentido, la economista Corina Fung declaró a El Tiempo, que los envíos de dinero para Venezuela descendieron al menos 55,8% por la pandemia, ante lo cual “las personas que residen en el país y cuyos ingresos son precarios, han limitado sus gastos a bienes de consumo prioritarios, como los alimentos o la salud. Esto se transforma en un menor consumo, menores ventas para las empresas, menores ingresos, menores pagos y mayor desempleo”.

Incluso Fung, insistió en que son muchas las personas que residen en territorio venezolano que dependen de las remesas en su día a día.

Al respecto, entrevistados manifestaron al diario, que desde el mes de marzo de 2020, momento en que comienzan a aparecer los casos de coronavirus en el país, vieron mermado su ingreso y se han visto obligados a reducir sus gastos a la más mínima expresión. 

Tal es el caso de la señora Carmen Gutiérrez, quien es jubilada de la administración pública y pensionada, y además depende de la remesa que le envía su hija desde Argentina. “Ella podía enviarme normalmente de 150 a 200 dólares mensuales, con los que yo hacía mercado y pagar las cuentas porque vivo sola. Pero desde que empezó la pandemia, todo se hizo más difícil y a ella le tocó tomar otro empleo para poder mandarme de 80 a 100 dólares mensuales. Eso me ha obligado a racionar comida y estirar mucho lo que me llega”, aseguró.

Para Gutiérrez, como para muchos venezolanos, la contracción de las remesas en 2020 y parte de 2021 ha sido un duro obstáculo para sobrellevar la crisis por la que atraviesa el país desde noviembre de 2017, cuando comenzó el ciclo hiperinflacionario. 

“El choque de menores remesas durante 2020 impactó no trivialmente a las personas que solían recibirlas con regularidad. Tal como se había comentado en informes previos de Ecoanalítica, 2020 fue un punto de inflexión en la tendencia alcista de las remesas observadas en 2019. Esta contracción significó una caída de casi 67,4% en el número de hogares beneficiados. En algunos casos, los migrantes venezolanos que siguieron enviando remesas no alteraron el monto, pero en otros hubo una disminución de hasta 546 dólares promedio en lo que cada hogar recibía anualmente”, dijo la economista. 

Finalmente la especialista destacó que «con una mayor movilización de la actividad económica en los países de residencia de los migrantes, el flujo de remesas tenderá a aumentar este año. No obstante, mientras se mantengan restricciones en los vuelos se seguirá dependiendo de herramientas o plataformas que faciliten el envío de dinero de forma electrónica, sin depender de la presencia física de la persona». 

Por lo tanto, «en la medida en que se flexibilicen las políticas en contra del virus y las remesas aumenten nuevamente, el país verá otros retos como el suministro de combustible y una merma en los ingresos para obtener alimentos en un entorno que permanece en hiperinflación”, agregó Fung a El Tiempo.