Todo indica que estamos nuevamente en los inicios de otra ola terrorista, una arremetida más de este flagelo que está carcomiendo la tranquilidad en ciudades en cualquier parte del mundo.

Durante décadas, Francia vivió numerosos episodios de terrorismo islámico, y sus autoridades trataron de contenerlo a través de un inútil apaciguamiento. Tras esa repetida y errónea práctica, recientemente, el presidente francés, Emmanuel Macron, acertó en el diagnóstico, señalando el daño que doctrinas radicales y violentas del islam, como el yihadismo, le hacen a la humanidad en general y a los musulmanes en particular. 

Ambas caras de la manifestación.


Queda claro que Macron no acusa a los musulmanes, sino a los que usan la religión como excusa para incentivar el odio, el terror y la destrucción. Precisamente, tras los degollamientos y asesinatos de estos días en el sur francés, cuando la ciudadanía se enfrenta a la yihad, dirigentes de países que han torcido sus tendencias en favor del radicalismo islámico, asumieron la táctica de la distorsión de las palabras de Macron, como un factor de unidad contra Occidente. Está el caso del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, cuyas expresiones de ira lucen hipócritas, aprovechó las tensiones para golpear al judaísmo y afirmó que el trato a los musulmanes en Europa es similar al que dieron a los judíos previo al Holocausto, en una clara retórica banalizadora. 


En medio de la pugna (podemos decir artificial) con Macron, Alí Jamenei, el líder supremo de Irán, dio un giro retórico para plantear con falsa ingenuidad, la negación del Holocausto; preguntó: “¿Por qué es delito dudar del Holocausto? ¿Por qué si alguien escribe algo al respecto va a la cárcel, pero a su vez hay libertad para insultar a Mahoma?”. 


Lo de los inescrupulosos Erdogan, Jamenei y otros tantos cabecillas de renombre, constituye una práctica perversa que busca desviar la atención de los eventos verdaderamente graves, entre ellos, el propio terrorismo islamista. Las redes sociales han sido inundadas por instigadores que se valen de las circunstancias para hacer conjeturas engañosas. Hay quienes, al igual que el ayatolá, argumentan que los medios en Francia pueden ofender al islam, pero no a los judíos; cabe destacar que el judaísmo ha sido blanco del mordaz estilo de Charlie Hebdo. Todo indica que estamos nuevamente en los inicios de otra ola terrorista, una arremetida más de este flagelo que está carcomiendo la tranquilidad en ciudades en cualquier parte del mundo.