En medio de la pandemia, el país más castigado por la pandemia empezó a votar de manera anticipada para evitar las aglomeraciones del 3 de noviembre, cuando las urnas decidan si la Casa Blanca seguirá ocupada en 2021 por Donald Trump o será reemplazado por su rival demócrata Joe Biden. El informe por el corresponsal de RFI en Washington.

El centro de votación habilitado en el pabellón deportivo de la calle F de Washington acoge a personas listas para votar por anticipado y animadas por activistas.

El ritmo de votación aquí es alto, como demostración de los más de 60 millones de sufragios ya depositados en las urnas por adelantado en todo el país, casi la mitad del electorado, algo jamás visto. En 2016 el voto total por adelantado se quedó en el 24%. Ahora, el temor al coronavirus y la enorme polarización han movilizado a la gente a votar pronto a pesar de las acusaciones de corrupción del sistema lanzadas por el presidente Trump.

“Dejen que manden el voto. Y dejen que vayan a votar. Y si el sistema es tan bueno como dicen que es, obviamente no podrán votar”, afirmó Trump.

Trump aludía a votos por correo no solicitados que llegaron igualmente a electores, lo que considera un fraude. Por eso les instó a votar por correo y luego en persona, a votar doble, lo que es ilegal.

Desconfianza entre los hispanos.

En la escuela Francis Stevens de la calle 24 de la capital estadounidense, Cynthia Navarro y Esther Vásquez también defienden el voto por adelantado y descartan que implique el fraude al que alude Trump.

“Los hispanos quizá no confiemos mucho en el proceso por correo, pero aun así yo pienso que deben hacerlo porque cada voto es necesario. Sería fácil por la gente que trabaja por el día y que tienen que cuidar sus hijos y cosas así, así que yo pienso que es algo bueno para todo el mundo”, explica.

Y mientras la protesta contra Trump continua delante de la Casa Blanca ambos partidos advierten que se querellarán ante un resultado ajustado que haga decisivos los votos por adelantado. Una postura que amenaza con demorar el resultado de las elecciones y que dejaría al Tribunal Supremo como árbitro de la contienda, como ya sucedió en el año 2000. Un Supremo que, ahora, ostenta una amplia mayoría conservadora tras la designación esta semana de la nueva magistrada Amy Coney Barrett.