En un país marcado por la polarización como Argentina, la llegada de la vacuna rusa Sputnik V se convirtió en un nuevo motivo para intentar desacreditar al gobierno peronista encabezado por el presidente Alberto Fernández, con críticas sin conocimientos científicos y en las que predomina el sesgo opositor.

Las versiones más extremas, difundidas en las marchas opositoras y en las redes sociales por parte de quienes participan en los movimientos antivacunas, aseguran que las vacunas se hicieron con células de fetos abortados, que transmiten el VIH, que cambian el ADN, que esteriliza a hombres y a mujeres y que implantan un chip para controlar a las personas. O para volverlas comunistas.

Las campañas de desinformación se intensifican a diario y logran que el hashtag #YoNoMeVacuno cada tanto sea tendencia, sobre todo luego de que las primeras dosis de la vacuna rusa comenzaran a llegar al país el pasado 24 de diciembre.

A los ciudadanos indignados con el gobierno y a los ‘trolls’ que invaden las redes con mensajes alarmistas se suman las y los comunicadores que analizan, descalifican y promueven la desconfianza hacia la Sputnik V con perspectiva política y partidaria, y sin el mínimo conocimiento sobre el desarrollo de esta o cualquier otra vacuna.

Por eso son recurrentes las quejas de la Red Argentina de Periodismo Científico, formada por periodistas especializados que no suelen ser tomados en cuenta para explicar los pormenores de las vacunas ni de la pandemia, ya que son desplazados por quienes priorizan miradas netamente políticas.

Los «errores» más comunes, por ejemplo, son cometidos por quienes se quedaron anclados en la Guerra Fría y se refieren a la Sputnik V como «la vacuna soviética«, a pesar de que la URSS desapareció en 1991.

Desconfianza

Uno de los casos más recientes fue el de la periodista Lorena Maciel, quien al reportar la llegada del primer embarque de la vacuna, aseguró: «Argentina es la primera nación fuera de la Unión Soviética en aprobar la Sputnik V. Por eso somos noticia en el mundo».

Antes, ya había sido provocado un revuelo al reconocer sus prejuicios durante una entrevista con la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti.

«Disculpe mi ignorancia, le voy a hablar desde una cuestión de sentido común que escucho en muchas personas, ¿por qué siento que la vacuna rusa es menos confiable que la de Oxford? Es decir, si me dan a elegir, me pongo la de Oxford. ¿Estoy equivocada?», cuestionó.

«Te pasa eso porque lo escuchas en todos los medios, por eso nuestra responsabilidad es explicar que todas las vacunas están en la fase 3 de investigación y que la respuesta no la va a dar nadie más que el resultado de la fase 3 y las entidades regulatorias», le respondió la funcionaria.

Otro de los argumentos más repetidos en los medios locales es que la Sputnik V se estudió en pocos voluntarios, que no publicó sus resultados en ninguna revista científica y que se desconocen los estudios de las fases 1 y 2, y que la 3 directamente no existió, aunque todo ello es falso.

Durante el fin de semana, el periodista Ernesto Tenembaum protagonizó una nueva polémica al publicar un artículo titulado «Las muy razonables dudas sobre la vacuna Sputnik V», en el que repitió desinformaciones que ya han sido aclaradas y que le fueron refutadas por periodistas especializados.

Aseguró, por ejemplo, que algunos organismos habían desaconsejado las vacunas de Oxford y AstraZeneca por supuestos efectos adversos en pacientes, lo que no es cierto. También afirmó que confiar en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), el Ministerio de Salud, el presidente Alberto Fernández, el instituto Gamaleya, o Vladímir Putin era solamente «un acto de fe».

Radicales

La periodista Viviana Canosa, quien es famosa en el país por los escándalos que suele provocar, como cuando tomó dióxido de cloro en vivo en su programa de televisión y lo recomendó contra el coronavirus, también es una de las fervientes opositoras a la Sputnik V.

De hecho, ella fue quien invitó a la médica nazi Chinda Brandolini para que expusiera su teoría de que las vacunas están hechas con restos de fetos abortados. «Yo no me vacuno, ¿y vos?», es uno de los mensajes de Canosa que más se viralizaron en Twitter.

Las voces de la campaña contra la vacuna incluye a personajes mediáticos que ganaron notoriedad pública solamente por ser acérrimos enemigos del gobierno.

Es el caso, por ejemplo, de la biotecnóloga Sandra Pitta, una de las mayores exponentes de discursos de odio en este país y quien advirtió: «De ninguna manera me daría la vacuna Rusa«. Según ella, hay poca información científica disponible y no ha sido validada por ningún organismo de prestigio.

Pero la más extremista fue la exdiputada Elisa Carrió, quien directamente denunció penalmente al presidente y al ministro de Salud por presunto «envenenamiento» en contra de la población por comprado, traer y aplicar la Sputnik V.

Incluso lamentó que los primeros en ser vacunados vayan a ser los trabajadores de la salud, ya que supuestamente eso tendrá un «desenlace impredecible», que puede implicar «bajas en quienes tienen a su cargo la noble tarea de atender la cuestión de seguridad y sanitaria general».

La respuesta de Fernández

El presidente argentino, Alberto Fernández, comentó el lunes en la noche la polémica en torno a las vacunas contra el covid-19 y aseguró, en el programa ‘Desiguales’ de TV Pública, que «hay una guerra comercial desatada» y además «una disputa geopolítica«, mientras que todo el mundo «anhela» obtener ese medicamento.

Asimismo, el mandatario declaró, refiriéndose al contexto argentino, que hay sectores políticos «que informan o desinforman, que toman partido político, [que] usan a esta vacuna como parte de ese partido».

Este martes Argentina comenzará su plan nacional de vacunación contra el covid-19, luego de que arribaran al país las primeras 300.000 dosis de la Sputnik V, siendo el primer país de la región en contar con el fármaco ruso. Se estima que en enero lleguen 5 millones más, sumadas a otras 14,7 millones para febrero. Esta vacuna requiere dos dosis para su correcta aplicación, por lo que el Gobierno espera inyectar a 10 millones de personas en el primer trimestre del 2021.