Si hablamos de Filipinas, lo primero que se nos viene a la mente son sus playas espectaculares. Sin embargo, hay mucho más que descubrir en las miles de islas que forman el país. Hoy nos vamos a la isla de Bohol, la décima más grande de Filipinas, para visitar uno de sus principales atractivos: las Colinas de Chocolate.

Aquí encontramos un paisaje único en el mundo, formado por miles de conos de forma casi idéntica, reunidos en un área de 50 kilómetros cuadrados y que bien nos pueden recordar montañas de suculento chocolate.

Algunos científicos afirman que, cuando el mar cubría la isla, se formaron por la acumulación de restos de coral y que adquirieron esta forma por la erosión, aunque existen otras teorías. Los filipinos también hablan de leyendas de gigantes, que peleando se lanzaron enormes bolas de arena; o que son lágrimas de otro gigante, llorando por perder a su amada. Tampoco existe unanimidad sobre el número exacto de colinas, algunas fuentes aseguran que son 1.268, otras, 1.776.

En cualquier caso, son montañas cubiertas de vegetación, que en la época seca (de diciembre a mayo), se vuelven de color marrón, como chocolate. Dada su peculiariadad, desde 2006, han sido propuestas como Patrimonio de la UNESCO aunque, hasta la fecha, no han sido incluidas en la lista.

Lo mejor es observarlas todas en conjunto, para ello han construido un mirador, encima de una de las colinas. Aquí también hay un hotel y un restaurante. A principios de 2014, estaban reparándolo por los daños del terremoto del 15 de octubre de 2013.

Para llegar por tu cuenta, partiendo de Carmen, en el centro de la isla de Bohol, hay que subir en el autobús hacia Loboc y bajarnos en el cruce con la carretera al mirador. Desde ahí, hay una buena subida, pero puedes alquilar una moto con o sin conductor. Antes de llegar hay una caseta de control para pagar la entrada, 50 pesos por persona, unos 0,85 euros.