¿Por qué Trump batió su récord de votos latinos, aun con políticas antiinmigrantes y racistas? Cinthya Paez noviembre 7, 2020 MUNDO, OPINIÓN Trump ha ganado más apoyo de latinoamericanos en estas elecciones. ¿Por qué? ¿Por qué Biden no lo evitó? ¿Por qué el «voto latino» es un espejismo? Las brutales imágenes de miles de niños migrantes enjaulados, separados de sus familias por la administración de Donald Trump —dos años más tarde, más de 500 todavía no encuentran a sus padres; la construcción de un muro “bien grande, pagado por nuestros vecinos” para evitar el paso de los del sur a Estados Unidos; brindar relevancia mediática al supremacismo blanco y a ideas racistas; las deportaciones sinsentido de menores de otros países a México… Estos son sólo un puñado de argumentos de los muchos que podrían haber debilitado al erróneamente llamado —luego veremos por qué— “voto latino” hacia Donald Trump. Sin embargo, la evidencia que existe hasta ahora en los resultados de las elecciones es que el presidente tiene más apoyo latinoamericano que hace cuatro años. En 2016, esta comunidad ya le había dado más votos a Trump que a su predecesor. De hecho, las minorías étnicas y culturales demostraron en aquel entonces ser cruciales para su victoria. Este año, ha conseguido acumular todavía más fans de estos sectores. En el caso de los latinos, un 14% más: uno de cada tres electores latinoamericanos vota por él en 2020. ¿Es que la desigualdad racial o la discriminación infundada por políticas antiinmigración no sirvieron para nada? ¿Es que las condiciones, lejos de óptimas, en las que viven muchas de estas personas en EEUU no las marginan lo suficiente? ¿Por qué las decisiones y actuaciones desafortunadas de estos cuatro años no han tenido severas consecuencias para Trump en las urnas? Si revisamos las realidades sociopolíticas en Cuba y Venezuela, por ejemplo, quienes escapan de ellas y aterrizan en Estados Unidos probablemente buscan alejarse de lo que llevó a su país a la miseria. El anticomunismo pesa más que las sanciones y bloqueos que Trump ha impuesto contra ambas naciones o la opresión que ha ejercido hacia sus habitantes. Quienes huyen podrían ver en los ideales del partido republicano la antítesis de sus anteriores mandatarios, líderes autoritarios caricaturizados de Robin Hood que pretendieron preocuparse por el bien común y, quedándose todo lo robado para ellos, sumieron a sus países a la ruina. Hace falta recordar las tácticas fraudulentas de la campaña electoral de Trump empleadas para mostrar al partido demócrata como una panda de castro-chavistas extremistas. Por mencionar una, estos anuncios en los que se describe a Biden o a su número dos Kamala Harris como “títeres de la izquierda radical, una pandilla que prefiere la anarquía y el caos”. ¿Y qué desean los migrantes latinos, sino escapar del lío…? Las noticias falsas y la desinformación prolifera cada vez más en redes sociales y en grupos de Whatsapp —según el MIT Technology Review, actores de la derecha estadounidense son responsables de una vasta campaña de desinformación hacia la comunidad latina. También lo hacen en medios de comunicación con una audiencia latina relevante, como Informativo G24, Noticias 24 Venezuela o, incluso, por parte de populares organizaciones como Latinos For Trump, como se expone en este episodio del podcast El hilo. Manifestantes por derechos humanos y de migración. En esas plataformas, se dice que Biden desatará una “revolución socialista” como la de Nicolás Maduro en Venezuela; que destruirá “lo que ha hecho la mayoría étnica de Estados Unidos” para que negros y judíos “puedan construir otro tipo de cultura anticristiana”; que Barack Obama “dio luz verde” a la organización extremista Hezbolá en EEUU… Si resulta que en esos chats de Whatsapp están tus conocidos, aquellos que te arroparon en un país extranjero… ¿no podría ser tentador creer lo que se dice en ellos? ¿No se supone que quien te cuida te quiere bien? En Florida —uno de los Estados clave que podría dar la victoria a quien lo ganara en estas elecciones, y uno con una comunidad latina cada vez más multitudinaria y diversa—, este fenómeno ha tenido especial énfasis. Los esfuerzos de la campaña electoral de Donald Trump también se han centrado en factores religiosos, un componente relevante entre la comunidad latina —en diferente mesura y con muchas variantes. Ir contra el aborto, desaprobar al colectivo LGBT+ o entronizar la figura del machoman que todo lo puede son intereses culturalmente conservadores con los que algunos latinoamericanos y republicanos podrían comulgar. Sería superficial decir que estas son las únicas razones por las que latinos dieron su voto a Trump. Son tan variopintas como la propia región de la que provienen, a la que a menudo se la encasilla, equivocadamente, como monolítico. Durante la última década, el partido demócrata ha perdido apoyo entre la comunidad latina, a pesar de contar con ideales más proteccionistas hacia ella y de que todavía tenga el respaldo de una amplia mayoría. El descontento con sus condiciones de vida mientras los demócratas estaban al mando y las promesas republicanas de un cambio a mejor podrían haber declinado una nueva parte de esta población hacia Trump. También hay que tener en cuenta la radicalización que algunos migrantes desarrollan, una vez asentados, hacia otros nuevos migrantes: asusta que las continuas llegadas ilegales puedan detonar políticas que les afecten negativamente. Así lo señala más de dos tercios de latinos en el país: creen que mejorar la seguridad fronteriza debería ser una prioridad. El mayor beneficiado de esto, por supuesto, es Trump. El presidente también saca tajada de la exótica popularidad que ha cultivado. En 2016, Hillary Clinton, su oponente demócrata, ganó casi el 80% de los votos en lugares como Starr County, Texas. Este año, allí mismo, Biden obtuvo un 52%. Manifestación Latinos for Trump. Por otro lado, analistas políticos latinos señalan que los esfuerzos demócratas por acercarse a esta comunidad no han sido suficientes. Pero lo cierto es que los votantes latinoamericanos representan el segundo grupo más amplio en el país, por lo que sus votos sí pueden determinar la victoria de cualquiera de los candidatos. También hay Estados en los que la comunidad latina ha sido crucial para el avance de Biden hacia la Casa Blanca. Ha ocurrido, insólitamente, en Arizona. Este Estado entregó su alma al partido republicano durante años, y se consideraba un laboratorio del odio antiinmigrante. Y de repente, en un acto inesperado, el activismo de la propia comunidad latina revirtió esta tendencia. ¿Tiene sentido meter en el mismo saco a cubanos y mexicanos? ¿Desde cuándo vienen del mismo contexto o tienen las mismas preocupaciones? ¿Por qué debería encasillarse al votante latino en Florida con el de California o Nueva York, si no les mueven las mismas inquietudes? De los 60 millones de latinoamericanos que viven en Estados Unidos, 32 pueden votar. A pesar de su complejidad demográfica, con frecuencia se han referido a ellos como “voto latino”. “La etiqueta “Latino/a” reduce de manera ilusoria y perezosa un conjunto de personas que quizás no cabe en una sola categoría”. Por poner algunos ejemplos, la ideología política no puede unificarse de Argentina a las islas del Caribe. Puede que algunos haitianos y uruguayos compartan la misma fe católica, pero agrupar a todos los latinoamericanos bajo el mismo dogma religioso sería dilapidar la abundancia de creencias en la región. Tampoco todos los que emigraron lo hicieron por la misma razón, ni todos se fueron de contextos similares. La violencia local, la falta de recursos económicos, la persecución política, la ausencia de oportunidades laborales o la búsqueda de un mejor futuro para los hijos son sólo algunos de los motivos por los que querrían probar mejor suerte en Estados Unidos. Los latinos también ven determinada su historia particular por su color de piel. Injustamente, este define en muchos casos la discriminación a la que se enfrentarán tanto en el país de salida —véase la tele mexicana, luego camine entre taquerías callejeras— como en el de llegada. Luego está la presión que existe en el gigante norteamericano por “americanizar” a todo el que toma tierra —¿por qué se insiste en llamar América a EEUU? ¿Por qué “lo americano” sólo puede ocurrir allí?— y qué tan hábilmente se adaptará cada uno a ello —o cuánto le dejarán. Actualmente, ni el partido demócrata ni el republicano han conseguido representar la amplia diversidad cultural y étnica de la comunidad latina en sus escaños. Pero, a pesar de pequeños, los pasos que va dando el primero podrían acercarlo a un escenario político más comprometido y armonizado con la realidad social existente en el país. Estados Unidos debe dejar de mirar a América Latina como su patio trasero para poner, en primer plano, a todos los millones de latinos que cada día lo construyen y definen. Comprender y abrazar lo crucial de esta comunidad en el país sólo podría ser beneficioso para las dos partes.