Una animadora deportiva de la Universidad Northwestern, en el estado estadounidense de Illinois, presentó este viernes una demanda federal contra la institución educativa, revelando repetidos casos de acoso sexual contra las ‘cheerleaders’.

En una denuncia de 58 páginas, Hayden Richardson, de 22 años, detalló que fue manoseada por hinchas ebrios y exestudiantes en varios eventos autorizados por la universidad y afirmó que la entrenadora jefa del equipo de animadoras, Pam Bonnevier, exigía a las jóvenes que se «mezclaran» con donantes poderosos para el beneficio económico de la universidad.

Según el documento, para estos eventos las animadoras «tenían que ser especialmente atractivas» y eran «obligadas a vestirse con sus diminutos uniformes para desfilar entre hombres lo suficientemente mayores como para ser sus padres e incluso abuelos».

La joven declaró que entre 2018 y 2019 varios hombres le tocaron los pechos y las nalgas por encima de su uniforme, lo levantaron sin su consentimiento e hicieron «comentarios con carga sexual» sobre su apariencia. A pesar de ser menor de edad, le ofrecieron bebidas alcohólicas y le pidieron reunirse con ellos más tarde en dichos eventos. 

«[A Richardson] le quedó claro que las animadoras estaban siendo presentadas como objetos sexuales para excitar a los hombres que financiaban la mayoría de los programas de atletismo de Northwestern», reza la demanda. «Después de todo, cuanto más contentos estuvieran estos hombres, más dinero recibiría la universidad de ellos», se agrega.

Además, a las integrantes del equipo de animadoras se les exigía que se hicieran fotos con los aficionados, independientemente de que estos actuaran de forma inapropiada.

Aunque Richardson se sintió explotada, también temía las consecuencias financieras de abandonar el equipo. La joven ganó casi 10.000 dólares en becas, un dinero que se arriesgaba a perder, ya que un contrato establece que las animadoras que renuncian o son despedidas deben devolver todos los gastos ocasionados por los viajes, el equipo y los entrenamientos, que suben a «aproximadamente entre 2.000 y 4.000 dólares», según una copia facilitada por el abogado de la estudiante.