El pasado 9 de noviembre fue estrenado con gran éxito el primer capítulo de la serie documental Operación Venezuela, resultante de un esfuerzo mancomunado de periodistas independientes de España, Argentina, Chile y Venezuela, con el que se pretende develar cómo en poco más de dos décadas, Estados Unidos ha construido un expediente de acusaciones falsas sobre narcotráfico y terrorismo en contra de los líderes venezolanos, para debilitar la influencia política de Hugo Chávez y sus ideas izquierdistas en la región y mantener el control de lo que, dentro de su política exterior imperialista, consideran su patio trasero: América Latina. 

El primer capítulo, que versa sobre la creación de expediente fraudulento con el que presenta mediáticamente a Venezuela como un narcoestado, se describe detalladamente cómo evolucionó la doctrina injerencista de Washington para derrocar gobiernos no afines, cuyo punto de partida es la guerra en nombre de la libertad. 

Esta estrategia, recuerdan los realizadores, se implementó por vez primera en la década de 1960, con los bombardeos estadounidenses en Vietnam del Norte. La excusa que se esgrimió para justificar los ataques militares fue la lucha contra la expansión del comunismo, pero veinte años más tarde, se sumó una presunta guerra contra el narcotráfico. 

En esta oportunidad, la víctima fue el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que asumió el gobierno en Nicaragua tras la caída de Anastasio Somoza, dictador respaldado por la Casa Blanca. 

El gobierno de Ronald Regan acusó abiertamente a los líderes sandinistas de ser narcotraficantes y con esa base, adelantó una operación militar sediciosa, apoyada en  guerrillas antisandinistas –la Contra– cuyas armas fueron compradas a Irán con dinero proveniente de los cárteles colombianos de la cocaína. Al filtrarse la información a la prensa, se desató un escándalo que quedaría registrado en la memoria con el nombre del caso Irán-Contras. 

A cargo de esta estrategia estuvieron personajes cuyos nombres resultan familiares a los venezolanos: Elliot Abrams, Enviado Especial de Estados Unidos para Venezuela e Irán y William Barr, actual Fiscal General de los Estados Unidos.

El tercer componente de la narrativa que hace de Venezuela «una amenaza inusual y extraordinaria» para la seguridad nacional de los Estados Unidos, apareció en 2001, tras el ataque a las Torres Gemelas: el terrorismo. 

Los primeros teatros de operaciones de la llamada «guerra contra el terror», tuvieron lugar en Afganistán y en Irak. En el primer caso, el enemigo necesario era la organización Al-Qaeda; en el segundo, las armas químicas que, según los funcionarios estadounidenses, tenía Saddam Hussein.  

Así, a poco de haber asumido la presidencia en 1999, el presidente Hugo Chávez empezó a sufrir las consecuencias de no plegarse a los dictámenes de la Casa Blanca. Se le vinculó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), organización que figuraba como narcotraficante y terrorista en las listas negras de Washington. 

De esta manera, Chávez pasó a ser, según Estados Unidos, un peligroso narcoterrorista que buscaba destruir Estados Unidos, razón por la cual, según el relato construido por las agencias de seguridad estadounidenses y replicado incesantemente por los grandes aparatos mediáticos en la región, no había más alternativa que neutralizarlo antes de que su influencia fuera mayor y representara una amenaza para las llamadas «democracias» latinoamericanas, en su mayoría, subordinadas a los intereses estadounidenses. 

La tarea le resultó más ardua al país del Norte que lo que pudo prever cualquiera de sus funcionarios. Durante los siguientes años, el cerco contra Chávez se acrecentó y en 2002, incluso lograron expulsarlo del poder durante 47 horas, pero no consiguieron debilitarlo. 

Antes bien, su liderazgo e influencia se acrecentaron durante la siguiente década y solamente su fallecimiento hizo que Washington decidiera mover seriamente las piezas de su ajedrez imperialista y emprenderla contra su sucesor: Nicolás Maduro, a quien han acusado de narcoterrorista y violador de los derechos humanos, en un proceso de demonización y linchamiento mediático análogo al que aplicaran sobre el líder libio Muammar al-Gaddafi. 

En las siguientes entregas, que podrán disfrutarse a través de las cuentas en YouTube, Instagram, Facebook y Twitter de Operación Venezuela, los realizadores mostrarán las distintas aristas que sostienen esta operación geopolítica de gran calado, con la que Estados Unidos aspira, además de atacar a Venezuela, derrocar a su gobierno y hacerse del control de sus recursos, debilitar a toda América Latina y abortar cualquier proceso de corte progresista, popular o de izquierda, que pudiera atentar contra su hegemonía.