Ante la proximidad del crudo invierno de Chicago, en Estados Unidos, las autoridades locales luchan contra reloj para proveer de alojamiento a miles de migrantes, albergados precariamente, que han saturado la capacidad de respuesta de la ciudad, que afronta una crisis humanitaria sin fin.

Según cifras de la Alcaldía y organizaciones civiles de ayuda, de un total de 23 mil personas que llegaron huyendo de la violencia y el colapso económico durante el último año, todavía quedan varios miles que viven en carpas y campamentos improvisados frente a estaciones de policía o en el aeropuerto O’Hare.

«No hay planificación, no hay ningún plan. Las tiendas de campaña no son una solución y pondrían en riesgo la vida de los refugiados durante el invierno», declaró el concejal Byron Sigcho López, del Distrito 25 de Chicago.

El demócrata reclamó que la gente sea ubicada en edificios de ladrillos y debidamente preparados para resistir el frío, que en enero y febrero puede llegar a 20 grados centígrados bajo cero. «Es una vergüenza, esa gente necesita un trato digno», afirmó.

La venezolana Tania Gelvez, que está alojada en una tienda de campaña en las afueras de un cuartel de policía en Chicago, dijo que están «guerreando» y sin esperanzas de recibir ayuda, en especial comida y ropa, en medio de las bajas temperaturas.

Entre tanto, Marilú Bueno, directora de programas de la Coalición de Illinois para los Derechos de Inmigrantes y Refugiados defendió el trabajo de la municipalidad: «Claro que albergues de cemento y ladrillos serían preferibles, pero la ciudad ha respondido como ha podido, y lo más rápido posible», dijo.

Los refugiados son en un 85 % de origen venezolano, pero también los hay procedentes de Colombia, Ecuador, Nicaragua e incluso Rusia.

Es el caso del colombiano Daniel García, quien también vive en una tienda de campaña y dijo que Estados Unidos no era lo que se imaginaba y que pensaba en «autodeportarse».

La crisis se agudizó desde abril de 2022, cuando el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, comenzó a enviar autobuses llenos de inmigrantes recién llegados hacia ciudades y estados considerados «santuario», amigables con inmigrantes, y 23 mil extranjeros fueron a dar a Chicago.

Según informó la Alcaldía, en el comienzo llegaba un promedio de ocho autobuses por mes con refugiados, pero la cantidad fue aumentando y solo a partir de noviembre hasta estos días, por ejemplo, ya fueron 102.

Sigcho López considera que Chicago es víctima de un «ataque político» del gobernador Abbot y el Partido Republicano, que han creado un problema mayúsculo para «perseguir y deshumanizar a los inmigrantes».