Ni el frío acuciante ni una pandemia desbocada lograron este lunes 4 de enero apagar la explosión de júbilo que estalló fuera del tribunal penal londinense de Old Bailey tras anunciarse el fallo que impide la extradición a Estados Unidos de Julian Assange por motivos de salud.



Decenas de personas aguardaban en la calle desde bien temprano para conocer el dictamen de la jueza Vanessa Baraitser, que rechazó la entrega del fundador de la plataforma WikiLeaks, acusado por Washington de presuntos delitos de espionaje e intrusión informática, al juzgar que presenta riesgo de suicidio.

 

Pancartas en alto y a voz en grito, los simpatizantes congregados clamaron consignas como «Free Assange» («Soltad a Assange») o «Liberate the truth» («Liberad la verdad»).





«¡Victoria para Assange!», proclamó una de las manifestantes una vez los medios de comunicación confirmaron la decisión de la corte, que, sin embargo, la justicia estadounidense ya ha indicado que recurrirá.







Su prometida pide seguir luchando


Abrazos, lágrimas y puños al cielo protagonizaron la fiesta que se adueñó de la calle de Old Bailey bajo la atenta mirada de la policía, que pronto desistió de sus esfuerzos por mantener la distancia social que manda la crisis del coronavirus.

 

Las celebraciones continuaron hasta que salió del edificio del juzgado la pareja y madre de dos de los hijos del informático -nacidos cuando estaba refugiado en la embajada de Ecuador en Londres-, Stella Moris.




Tras agradecer su apoyo a los presentes, Moris les pidió «gritar aún más fuerte» y «presionar más duro» hasta que su prometido «esté libre».



La abogada se mostró esperanzada de que el antiguo «hacker», de 49 años, podrá volver «pronto» a casa, y dijo que «la victoria de hoy es un paso más hacia la justicia en este caso».



Moris criticó a quienes quieren enviar a Assange «al agujero más profundo y oscuro del sistema penitenciario estadounidense» -algo que confía en que no pasará porque «no se puede aceptar que el periodismo es un crimen»-, y pidió al presidente saliente de EE.UU., Donald Trump, «acabar ya con esto».
 


En la misma línea se pronunció Rebecca Vincent, directora de campañas de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF), que, al igual que Amnistía Internacional, lamentó que la decisión de la jueza se haya sustentado «únicamente» en los problemas de salud de Assange, en detrimento de otros argumentos legales.



Por su parte, la madre del procesado, Christine Assange, aplaudió en un mensaje en Twitter la «buena noticia» para su hijo tras «diez años largos y traumáticos» de confinamiento en el Reino Unido, y se sumó a Moris al reclamar a Trump que retire los cargos en su contra.







Cautela ante el dictamen

Emocionado, el estadounidense Jack pausó sus cánticos ante el tribunal de Old Bailey para reconocer a Efe que no esperaba que la Justicia británica favoreciera a Assange, reclamado por difundir, sobre todo en 2010 y 2011, secretos oficiales de EE UU que expusieron abusos de derechos humanos en todo el mundo.



«La decisión de la jueza me ha sorprendido, pero todavía no podemos cantar victoria, porque Estados Unidos va a recurrir», advirtió.



También se mostraba cautelosa Nyra, una habitual de estas concentraciones desde el inicio del juicio de extradición, que denunció un proceso «inhumano» que teme que pueda «abrir las puertas a más extradiciones» de periodistas que trabajen con fuentes para exponer abusos de los Estados.



Tras escuchar los argumentos de la acusación y la defensa, la jueza dirimirá este miércoles si concede la libertad condicional a Julian Assange o si le mantiene en prisión provisional mientras se resuelve el recurso de la Justicia estadounidense contra el fallo que deniega su entrega a ese país.