Mairead Maguire, Nobel de la Paz por su contribución al cese de la violencia en Irlanda del Norte, ha nominado a Julian Assange como candidato en la edición 2021 del reconocido galardón, según la activista irlandesa adelantó a Sputnik.

La fundadora del Movimiento de la Paz y Gente de Paz agrupa en la candidatura al fundador australiano de WikiLeaks, la exsoldado estadounidense Chelsea Manning y su compatriota y también ex analista de Inteligencia, Edward Snowden.

En la carta enviada al comité del Nobel, a la que tuvo acceso esta agencia, Maguire destaca el ejemplo que ha sentado «cada candidato» exponiendo «individualmente» la «verdad de acciones ilegales de los gobiernos» a un alto «coste para su propia libertad y su vida».

«Como soldado americano, ubicado en Irak, Chelsea Manning no pudo encubrir por más tiempo el asesinato de civiles iraquíes; Julian Assange cumplió su deber como editor y publicó los hechos de las guerras de Irak y Afganistán; trabajando para la Inteligencia americana, Edward Snowden no pudo mantenerse en silencio sabiendo que el Gobierno americano estaba vigilando ilícitamente a los gobiernos y ciudadanos de todo el mundo», escribe la honrada con el Nobel de la Paz en 1976.

Maguire destaca la «esperanza» y la «inspiración» que el trío está causando colectivamente como grupo.

Sentencia inminente

Assange conocerá el 4 la decisión de la magistrada de distrito, Vanessa Baraitser, sobre la solicitud de extradición a Estados Unidos, por cargos relacionados con la publicación de informes confidenciales militares y diplomáticos.

Se espera que sea trasladado por la mañana al Juzgado Penal Nacional, el notorio Old Bailey del distrito de la City de Londres, desde el penal de máxima seguridad de Belmarsh, al sureste del Támesis, donde está recluso desde abril de 2019.

Londres está en la fase de máximas restricciones por la Covid-19, que afectan a la situación de los presos —Assange está confinado en su celda durante casi 24 horas diarias— y la gestión de los tribunales, además de las medidas de orden público.

Por lo pronto, el Old Bailey limitará el aforo de la galería pública, a unas seis plazas, en la sesión convocada para las 10 horas GMT, cuando está prevista la lectura de la sentencia en primera instancia.

Además, se prohíben las reuniones de más de dos personas, incluso en espacios abiertos y en actos de protesta política o social.

Protesta ante el juzgado

Las dificultades no disuadieron a June Kelly de viajar desde Irlanda al Reino Unido, este lunes 4, con la única intención de asistir a la audiencia judicial y manifestar su protesta ante el Old Bailey.

«Me siento obligada a ir … Me hice la prueba del coronavirus, tengo todos los documentos necesarios y, aun así, es complicado. Me dicen que es una locura a mi edad y en medio de la pandemia», explica a Sputnik en conversación telefónica desde Irlanda.

Es australiana tiene 72 años y un marido octogenario que requiere atención. Pero está decidida a embarcarse en el primer vuelo de la mañana del 4 de enero y regresar a casa esa misma noche.

«La situación es terrible, independientemente de la resolución; es motivo de gran preocupación para los que confían en la libertad de expresión y los profesionales y los medios que quieren publicar hechos que han presenciado, ya sea sobre medio ambiente, política o situaciones legales», razona.

Kelly está resignada a no entrar en la sala 2 donde está previsto que la magistrada Baraitser lea su veredicto sobre la extradición de Assange.

«Estoy preparada para quedarme fuera, con mis pancartas, hasta que la policía se acerque y nos ordene dispersarnos», señala.

Compañera de causa con la activista irlandesa, que compartió el Nobel de la Paz con Betty Williams, Kelly no anticipa un veredicto favorable a Assange en esta primera fase del proceso judicial.

«Me caeré al suelo de la sorpresa si la jueza decide poner fin a esta situación y le libera de la extradición, pese a lo mucho que se lo merece», dice.

Ambas partes tienen derecho a recurrir la decisión que tome Baraitser en este extraordinario pulso que bien podría llegar hasta el Supremo británico y la Corte de Derechos Humanos de Estrasburgo.