La primera orden de Gustavo Petro como presidente de Colombia, justo apenas tomó posesión este domingo, fue que la espada del libertador Simón Bolívar —aquella que el M19, la guerrilla a la que perteneció, se robó en forma de protesta en 1974— fuera traída a la ceremonia.

«Esta espada representa demasiado para nosotros y para nosotras y quiero que nunca más esté enterrada», dijo Petro al iniciar su discurso, el primero como presidente este domingo.

«Que solo se envaine, como dijo su propietario, el libertador, cuando haya justicia en este país. Que sea del pueblo. Es la espada del pueblo».

Antes, el presidente saliente, Iván Duque, había negado el uso del famoso sable, custodiado por una unidad especial del Ejército, en la posesión del primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.

Petro, incluso, recibió la banda presidencial de la senadora María José Pizarro, hija del líder del M19 Carlos Pizarro, quien fue asesinado en abril de 1990 cuando era candidato presidencial en plena desmovilización de esta guerrilla urbana y socialdemócrata.

La dirigente, visiblemente emocionada, vestía una chaqueta roja que mostraba, tejida, la cara de su padre con el mensaje «que la lucha por la paz no nos cueste la vida».

Son gestos nunca vistos en el país de los 60 años de guerra de guerrillas. Acá el Estado siempre estuvo en manos de los representantes de la clase política que se opuso militar, política y socialmente a la larga lucha de millones de colombianos —algunos alzados en armas— por un país más democrático e igualitario.

Petro llega al poder con una agenda de «paz total», bandera que simbolizó con la paloma blanca que se puso en la solapa de su chaqueta. Promete un país con justicia social donde primen los derechos a la vida, el trabajo digno y la educación.