Clarín informa que en Svalbard, corazón del Ártico, se esconde el futuro de la humanidad, en el caso que el cambio climático destruya los polos, un meteorito caiga sobre la tierra, ocurra cualquiera tragedia o, incluso, suceda una pandemia como la que el mundo ahora atraviesa con el coronavirus.

Se trata de la Bóveda de Semillas de Svalbard, una especie de Arca de Noé vegetal, que guarda una copia de todas las plantas comestibles del mundo para afrontar un hipotético desastre global.

El banco de semillas fue construido en 2008 en el interior de una montaña del Ártico, ubicada en un ­archipiélago de soberanía noruega, a 130 metros sobre el nivel del mar. El detalle no es menor: esto asegura que el suelo esté seco, incluso si aumenta el nivel del mar por derretimiento de los hielos polares.

Fue edificado allí por tratarse de uno de los territorios con menos actividad sísmica del mundo y porque, en caso de una tragedia, el frío permitiría conservar las plantas incluso sin electricidad.

Cómo fue construida «La Bóveda del Juicio Final»

También conocida como la Bóveda del Juicio Final, tiene una gran puerta de acero y un túnel para permitir que los carros lleven semillas. El edificio está formado por tres salas, pero sólo la cámara intermedia contiene las plantas, donde hay casi 1 millón de paquetes de semillas, entre silvestres y antiguas.

La construcción, que costó aproximadamente 9 millones de dólares, fue auspiciada enteramente por Noruega, país que se encarga de los costos de mantenimiento de la estructura.

La Bóveda del Juicio Final fue construida en el Ártico y cuenta con tres salas.

La iniciativa, además, tiene varios auspiciantes como la Fundación Bill y Melinda Gates, el Reino Unido, Australia. Asimismo, colaboran varios países en vía de desarrollo como Brasil, Colombia, Etiopía e India.

En 2016, responsables de la bóveda se pusieron en alerta cuando la nieve que rodeaba al edificio se derritió por las altas temperaturas que vivió el Ártico. A recordar: aquel fue uno de los años más calientes de los que se haya tenido registro.

«No se nos ocurrió que se pudiera derretir el permahielo y que se podría llegar a condiciones climáticas tan extremas como las que vivimos», afirmó al diario inglés The Guardian Hege Njaa Aschim, del gobierno noruego, quien además es propietario de la bóveda.

«Entró mucha agua al inicio del túnel, pero luego se convirtió en hielo, así que cuando entramos nos encontramos con un glaciar«, agregó. Afortunadamente, el agua derretida no llegó dentro de la bóveda, el hielo se pudo quitar y las valiosas semillas permanecieron seguras, conservadas a la temperatura correcta de -18ºC.

El proyecto fue financiado completamente por Noruega.