La celebración de las navidades este 2020 ha sido tan inédita, en medio de graves frustraciones y angustias, que hallar, desde la tragedia, una historia que se torne en esperanza, hay que destacarlo.

Y ya hablaré de lleno del caso de Íngrid Gomes, la joven que habiendo sido víctima de una violencia brutal por parte de su ex novio, hoy es prácticamente un milagro, por varias razones.

Antes, resulta obligatorio significar cuánto dolor causa ver que en medio de tan fuerte amenaza, la de la pandemia por el covid-19, los confinamientos no son solo una historia de compartir familiar, sino que también, son caldo de cultivo para el empeoramiento del drama de la violencia intrafamiliar, particularmente contra la mujer.

Hasta mediados de diciembre, Monitor Utopix reportaba que al menos unas 175 mujeres habían sido asesinadas. Los relatos de algunos de esos eventos son verdaderamente dantescos, de una violencia inimaginable.

No acabábamos de reaccionar al tremendo impacto que nos causó el caso de “los balseros de Güiria”, cuando una mañana me informo a través de redes sociales de la monstruosidad que había sufrido Íngrid.

El reportero Miguel Da Silva comunicó los detalles de un caso en el que nadie puede negarle el acto de salvar la vida a Íngrid, a un grupo de funcionarios de la Guardia Nacional. De no haber actuado oportunamente, el agresor hubiera sumado otro nombre a la lista de feminicidios ocurridos este año en Venezuela.

Apenas unas horas después de que se publicara el trabajo periodístico de Miguel, supe que la hermana de Íngrid buscaba ayuda para enfrentar un cuadro de daños físicos y morales tan complejo. Ubicó a los directivos de la Fundación Frigilux, quienes de inmediato se avocaron a conocer del caso.

Allí se produjo el segundo envión afortunado para Íngrid, otra salvación para quien apenas unos días antes intentaron degollar con el pico de una botella, no obstante haber sufrido lesiones importantes en la cabeza, los brazos y las manos. La Fundación decidió darle apoyo para sus exámenes y su recuperación.

De este equipo humano solo he sabido hasta esta fecha que no tiene entre sus propósitos exhibir sus iniciativas benéficas para ensalzar su nombre. Y esto lo venía percibiendo desde su recato absoluto cuando ayudó a un joven que perdió sus ojos por un disparo de perdigones, que se los impactó en una protesta por falta de gas doméstico en el Táchira.

Y supe cómo a la mamá de Rufo y al violentado muchacho les cambió la vida aquella ayuda, como ahora me enteré de lo que ha estado pasando con Íngrid Gomes, una joven estudiante de Comunicación Social en la Universidad Santa María.

A Rufo, incluso se le llevó a España para dotarlo de prótesis oculares. A Íngrid se le llevó a manos de especialistas de primera línea en una de las más importantes clínicas privadas de Venezuela, y a juzgar por su sonrisa, no solo se le ha dado diagnóstico y tratamiento suficiente, sino también confianza y hasta una nueva meta para vivir.

En ambos casos, la tragedia traía consigo el tremendo problema del cómo, dónde, con quién, transitar el costosísimo camino, no solo de la recuperación física, sino también de la moral, la espiritual.

Sé de obras de beneficencia, y del espíritu de quienes las acometen, porque desde pequeño tuve ese ejemplo en casa. Mis padres, ella con Dios ahora, y él formando parte de la diáspora venezolana por el mundo, fueron directores de las Granjas Infantiles de San Cristóbal, donde el socorro a los niños necesitados, no solo era una cuestión de dinero, sino fundamentalmente una inversión de amor.

Estos amigos de la Fundación Frigilux me han hecho recordar algo que un tocayo, uno de los gigantes de la televisión, decía al finalizar su programa de humor, “haz bien y no mires a quién”. Y En este caso, ahora me he enterado que es por profundas razones religiosas, el desiderátum va más allá: sin mirar a quién y sin pedir celebración pública por el bien que se haga.

También he recordado mucho aquellos tiempos en los que las grandes corporaciones no tenían una, sino varias fundaciones, y en el abanico de acciones en favor de los venezolanos hallabas beneficencia, capacitación, promoción a la investigación científica e inversión en el cultivo de la cultura popular, entre otros objetivos.

La situación del país ha interrumpido en gran medida esta corriente de responsabilidad social empresarial y por eso, destaco lo que está haciendo esta Fundación creada en el año 2016 y que, a juzgar por varios casos que ha atendido, está llegando más allá de los temas en que se centró su razón de ser original.

El registro digital de la Fundación Frigilux reza que nació bajo la dirección de Yaser Dagga, líder del grupo de empresas (Frigilux y Cyberlux), con la intensión de atender a niños con características especiales en Carabobo.

Ahora, por su expansión geográfica y por la diversidad de temas que atiende, habría que concentrarse en lo que describe como su compromiso: seguir comprometida con el mejoramiento de la calidad de vida de quienes más lo necesitan.

En medio de la agrura que ha traído a nuestras vidas la interminable confrontación por el poder en Venezuela – y bien es conocida mi posición política y ciudadana –pasan por delante de nuestros ojos muchas cosas buenas que finalmente no ves.

Cuando el reportero Miguel Da Silva, por nuestro encargo, fue a ver la nueva situación de Íngrid Gomes, redactó que halló a esa muchacha con una sonrisa de oreja a oreja. Y ha pasado lo mismo con miles de familiares de niños tratados en el hospital J.M De Los ríos, y con Rufo, y con Ahinoa y su familia tras un exitoso trasplante de hígado, y con muchos casos más que han estado en manos de muy buena gente que integra esta Fundación.

Cerca de 6 millones de hermanos se han ido de Venezuela, buscando una vida, un trabajo, una mano amiga. Y perdónenme que sueñe en que, superado el terremoto político que forzó este éxodo, el crecimiento de unas y el surgimiento de otras, hará de las fundaciones que expresen verdadera responsabilidad social, la clave de una mejor, más solidaria, relación entre empresarios y comunidades. Hubo ensayos maravillosos antes, pero el camino frustrado hay que reconstruirlo.